PRIVILEGIOS COMPARTIDOS
En estos días en los que Viena Capellanes está realizando Cursos de Repostería y Cocina de la mano de sus mejores expertos, cabe recordar el secretismo que tristemente rodea, a veces, el fascinante mundo de las recetas. Sin ir más lejos, aún se sigue extendiendo, por ejemplo, la leyenda urbana de la composición de la Coca-Cola, cuyos ingredientes supuestamente secretos parecen contener, más que una bebida refrescante, misterios que podrían cambiar el mundo. Pero aun incluso suponiendo que nadie en el mundo (excepto, claro está, el obligado Registro de Patentes) sepa con qué está hecha, no deja de ser un lastimoso ejemplo de una estrategia comercial oscurantista, que únicamente despierta recelo cuando uno se detiene a pensar un poco en el asunto.
Con estos Cursos de Repostería y Cocina, además de ofrecerle a cualquier interesado la oportunidad de perfeccionar sus conocimientos en el arte culinario (pues un arte es), sin tener que revestirse de estrellas o de premios, Viena Capellanes se afianza en un atributo cada vez más despreciado: la tradición. Estas clases permiten que se perpetúen ideas, mezclas, fórmulas, modos y maneras de afrontar el apasionante reto de cocinar, que de otro modo se perderían en un mundo que cambia con la misma celeridad que estos tiempos de prisas y olvidos. Así, unos conocimientos llenos de la sabiduría que tan sólo otorgan los años, son regenerados y compartidos, con lo que sabores y aromas de antaño no se alejan del calor y el aliento de nuestras propias cocinas.
Cabe destacar que Viena Capellanes siempre ha sido así, generosa con sus saberes y sus tradiciones. No olvidemos que fueron sus fundadores quienes introdujeron en 1873 la receta del pan de Viena en Madrid, que a ellos les debemos el conocimiento de esa maravillosa invención del también denominado “pan de lujo”, para diferenciarlo del candeal que se consumía entonces en la capital. La divulgación de la fórmula de fabricación no se hizo pública hasta unos años después, puesto que primero obtuvo privilegio de invención y fabricación por cinco años, antes de que otros empresarios pudieran hacer uso. La situación del país en aquel momento, en que se desarrollaba la tercera guerra carlista, hizo que la puesta en marcha del negocio no fuera fácil y por eso se les concedió una ampliación de cinco años mas como exclusivos fabricantes del pan de Viena. Tras ese periodo se hizo pública la receta y comenzó la competencia con otras panaderías locales, de ahí que el pan que ellos vendían se conociera como de “Viena Capellanes”, para distinguirlo de los demás. La difusión de la receta fue nociva en un principio, porque la competencia se hizo grande, pero, poco a poco, la Empresa terminó por imponerse sobre otras del ramo, al no ceder jamás en calidad y aumentar y diversificar su producción, hasta alcanzar las dimensiones y la fama de que goza en estos momentos.
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