Un alto en el camino


Es en tiempos tan críticos como los que no están tocando vivir, cuando parece que todas las salidas se agotan mucho antes de poder llegar a ellas, cada uno debe asumir una responsabilidad que aleje los fantasmas del espanto que nos agobian. La endémica desafección entre ciudadanos y responsables políticos de cualquier signo abre una brecha de entendimiento con la realidad a pie de calle, pero de la que, inesperadamente, están surgiendo iniciativas que atienden a título personal la necesidad de empatía que recorre nuestras aceras. Muchos negocios bajan sus precios, o ajustan sus ofertas para readaptarlas hasta hacerlas accesibles. Calificar estas actitudes como oportunistas es demasiado aventurado y se queda sin fundamento si se recuerda que atravesamos tiempos de crisis. Son inequívocos signos de solidaridad.

 

Viena Capellanes no ha dudado en sumarse a ese esfuerzo y mantener esa ilusión de esperanza de la que parecen querer separarnos.

 

No ha quedado lejos del alcance de la gente a la que siempre ha sido fiel, y que a su vez han devuelto esa fidelidad.

 

Porque con independencia de las decisiones que se puedan adoptar desde las altas esferas, una cosa está fuera de toda discusión. Nuestra capacidad de pervivencia reside al final en los actos más sencillos. Sentarse en una cafetería, demorarse degustando un café, oler el aroma de la bollería recién horneada, charlar con los parroquianos, devolver el saludo al camarero al que muchos conocen desde hace años, y con el que probablemente se atesoran más complicidades que con muchos compañeros del propio trabajo, cerrar la puerta del local y dejar atrás, por un rato, el estruendo voraz del mundo. La magia de esos momentos nos recuerda lo mejor de nosotros mismos. Y es maravilloso que eso no se pierda.

 

Viena Capellanes, como siempre, sigue teniendo sus puertas abiertas.

 

No hace tanto tiempo que el fundador abría un colegio en su pueblo natal para que los niños aprendieran a leer, escribir y a prepararse para una vida un poquito mejor; tampoco hace tanto que durante la posguerra se compartían los cupones de racionamiento y se brindaba un lugar a los familiares y vecinos que estaban en peor situación. Hoy parece que fue ayer todo esto y por eso la empresa asume su responsabilidad social y participa en campañas de alimentos para los más desfavorecidos y baja los precios para que todos podamos hacer un alto en el camino y entre el estruendo de las calles y el agobio de las noticias que van y vienen pasemos a tomar un café y nos sintamos un poco como en casa.