Revival con aroma y con sentido
Viena Capellanes ha sido muy fotografiada a lo largo de su historia. El cuidado de su imagen y de su presentación han sido constantes desde sus orígenes y, lo cierto, es que no siempre ha sido por “amor al arte” sino por la necesidad comercial de tener una impronta fácilmente distinguible a primera vista en la ciudad. Bien sabemos que la comida siempre “entra primero por el ojo” y eso no fue nunca un secreto para la Empresa. Por otra parte, la azarosa historia de la introducción del Pan de Viena en España y la competencia sufrida entre tahonas por la exclusividad de la venta de dicho producto, llevaron a sus fundadores a realizar importantes campañas publicitarias para que quedara bien claro cuáles eran los locales que pertenecían a los herederos del introductor de la patente, Matías Lacasa.
Buen reflejo de estas campañas son, por ejemplo, los reportajes publicados en el Mundo Gráfico en marzo y en octubre de 1912, en los que aparecen diversas fotografías de Salazar, en las que se aprecian escaparates, interiores y modernos vehículos de reparto. Se trata de dos completos reportajes fotográficos, en los que -bajo cada foto- se especificaba con claridad la dirección de la tienda en cuestión, para que no hubiera pérdida (ambos pueden verse en los siguientes enlaces de la Biblioteca Nacional:
http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0002073311&search=&lang=en –Página 24-
http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0002079592&search=&lang=es -Páginas 24 y 25-)
También de esta época es la serie de postales de las que, en la anécdota anterior, destacábamos aquella en la que aparece Pío Baroja en la penumbra y detrás del mostrador su hermana y su tía. Una segunda postal, que se comercializó entonces, fue la que reproducimos aquí, en la que aparece el interior de uno de los salones de Viena Capellanes decorado en “estilo mozárabe”, siguiendo la costumbre de la época de hacer revival de antiguos estilos artísticos, en una suerte de eclecticismo, que daba resultados tan atractivos como el que aquí reproducimos.
Si a esta imagen añadimos los tertulianos y a los echadores de café -que circulaban entre las mesas distribuyendo el preciado líquido y dejando a su paso una estela de aroma evocador- nos retrotraemos inmediatamente a cualquier café del mundo: turco, vienés… en los que lo que realmente importa es la conversación y la buena compañía, reflejada y reproducida en los espejos que circundan el local, para aumentar la acogedora sensación de comunidad a las tertulias.
Con ese esmero por la decoración y el buen hacer, la empresa alcanzó un prestigio del que ya no volvió a desprenderse y el trabajo se multiplicó, de manera que hubo que aumentar el número de obradores y de locales. Por esas fechas también se convirtió en proveedora de la Casa Real, que aún tenía su residencia en el Palacio de Oriente.
De esta manera se impuso a los otros “Vienas” que durante décadas se disputaron el nombre con la Casa: Viena Recoletos, que en 1929 se conocía como Viena Sol; Viena Luna, en la calle Velázquez; la Barrita de Viena, en la calle Miguel Angel; Viena Azul (que todavía pervive) y otra, desaparecida en los años 90 del siglo XX, que estuvo ubicada en la calle Princesa y que se llamaba Viena Madrid.
Sin comentar
Se el primero en comentar esta anécdota.